miércoles, 25 de julio de 2018

SOS Periodista

Hiciste una carrera ideal, luchaste por que te tomen como pasante en un medio de comunicación y lo conseguiste. Tratás de hacerte notar haciendo un trabajo impecable; funciona un tiempo. Tu trabajo es útil, conservás tu puesto. Pasa el tiempo y querés algo más, no precisamente rédito económico, sino una responsabilidad mayor porque te sentís capaz.

No. Estás bien ahí donde estás, te dicen. Pero vos sabés que tu techo es mucho más alto y no te podés quedar en el molde. Esperás. Mientras esperás, llega alguien más. El sobrino del amigo del gerente viene a lo mismo que vos y lo va a conseguir antes, aunque no tenga tu preparación.

No crecés, ni profesional ni económicamente. Buscás otras opciones y recurrís a lo honesto; tomás un trabajo más. Vivís en la empresa y volvés a tu casa solo para descansar unas horas. Aún así no desistís porque todavía en el fondo sentís que si hacés lo correcto y sabés esperar, la recompensa llegará.

Sos testigo de despidos injustos, ascensos absurdos. Llorás. Buscás respaldo en tus compañeros y solo encontrás miedo o peor, indiferencia. Seguís. Ves lugares vacíos en la redacción y escuchás solo susurros en las oficinas principales.

Tenés más trabajo. La maquinaria informativa debe seguir produciendo lo mismo con menos mano de obra. Lo aceptás y hasta lo hacés de buena gana porque tu llamita, aunque pequeña, sigue encendida. Las herramientas que tenés a mano son limitadas, por lo que la calidad de tu trabajo comienza a caer. Lo sentís así y buscás ayuda en tus jefes. Te responden que no hay recursos.

No hay recursos para mejores herramientas ni para mano de obra calificada. Comienzan a pulular rostros jóvenes, algunos con los mismos sueños que vos tuviste al principio, otros con oscuras intenciones y ambición de fama inmediata. Toleran salarios bajos adornados por canjes y tontas adulaciones de quienes creen que el periodista alcanza el éxito cuando sale en la “tele”.

El contenido es cada vez más mediocre y no hay cómo mejorarlo. Vos no tenés tiempo ni para mejorar tu trabajo; mucho menos para ayudar a los nuevos a mejorar el suyo. La frustración te está consumiendo y sentís que no para de llover sobre tu pobre llama caprichosa.

Lo que vos creés que es el ideal de tu oficio, no es rentable y al contenido cada vez más pobre, le suman sensacionalismo en grandes cantidades. Vende. En las oficinas principales se oyen risas porque los números mejoran. Para ellos, siempre.

Tenés que decidir. Te amoldás a los nuevos requerimientos o te vas. ¿Y si no hay opciones? Quién te asegura que en otro medio la situación no termine de igual manera. Nadie.

Solo volvés a soñar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario