En muchas ocasiones habremos
escuchado “el paraguayo es así nomás luego” dando a entender que cuando algo se
está haciendo mal, nos debemos resignar a la frase antes citada. En lo
particular a mí no me agrada esa forma de ver las cosas, ya que siento que con
eso nos ponemos un freno, como si no pudiésemos salir de un estancamiento.
Hace unos días nuestra selección
disputaba un partido decisivo por las eliminatorias. Decisivo porque de eso
dependía seguir aferrándonos al sueño de clasificar. El rival de turno:
Venezuela, aquella selección que apenas cinco años atrás era un trámite para
cualquiera y dador de puntos para todos.
La Albirroja necesitaba salir del
pozo en el que imprevistamente había caído, luego de quedar entre los ocho
mejores seleccionados del mundo y el segundo en América.
¿Pero en qué momento sucedió
esto? ¿Cuándo pasó Paraguay de ser una potencia sudamericana a convertirse en una
Venezuela cualquiera? Y no pretendo faltar al respeto a la Vinotinto, ya que el
presente de dicho equipo es totalmente lo opuesto a lo que otrora conocíamos.
En los días posteriores a la
nueva derrota, todos jugábamos a ser analistas de la situación y en su mayoría coincidíamos
en que este fracaso es consecuencia de la falta de recambio en el equipo y haber
tardado mucho en dar por terminado el ciclo de Martino, a quien la APF decidió
mantenerlo en la Copa América, sabiendo que para las eliminatorias ya no
contaríamos con él.
El fin de la era del Tata significó la llegada de Francisco Arce quien tomó el timón y muchos (me incluyo) estaban satisfechos
con la elección. Pero, ¿qué fallo? El momento. El Chiqui llegó con la idea de
cambiar el sistema de juego de este equipo, quiso renovar los nombres, probar
una nueva forma de jugar al fútbol. Las cosas no le iban a salir bien por arte
de magia, definitivamente se necesitaba tiempo, tiempo que se perdió en la Copa
América con nuestro vergonzoso vice campeonato. Sí, vergonzoso.
Ya desde hace tiempo se venía
pidiendo un cambio de nombres, pero esa necesidad se venía tapando con la “garra
y la entrega”. Cuando Arce quiso implementar esos cambios, apostando a los
Mazacote, Ramos, Pittoni, Riveros y demás, todos saltaron indignados y se
preguntaban “de dónde salieron estos”. Y estos no eran jugadores de renombre
jugando en Europa.
Y cada vez tardaba más el DT en
hallar la fórmula para encarar una eliminatoria que ya estaba en marcha. Entonces
lo tildaron de inútil y en el mejor de los casos, improvisado. Y así acabo el
ciclo Arce. Víctima de la ansiedad de la hinchada y la imprevisión de la APF.
Luego de muchas especulaciones,
la APF llamó a Gerardo Pelusso, el DT que le dio un campeonato a Olimpia luego
de 11 años de sequía. El uruguayo, al parecer era la mejor opción. Yo también
en ese momento lo creía y lo creo, pero la gran dificultad sigue siendo el
tiempo. La Argentina de hoy no se hizo de la noche a la mañana. Aún teniendo a
las estrellas que tiene, se comió a dos entrenadores y es al parecer, Sabella,
quien encontró la forma de que en la Albiceleste brillen sus estrellas acoplándose
a un equipo. ¿Cómo haría Pelusso para conseguir eso en dos partidos? No sé.
Entonces regreso a la pregunta
que me hacía más arriba, ¿por qué nos pasó esto? Sencillamente por imprevisión.
¿Y por qué nos indigna tanto? Porque nuestra generación no está acostumbrada a
esto. A estas alturas deberíamos estar pujando los primeros puestos en la
tabla, pero en su lugar hoy peleamos por el último y de mano ya le ganamos a
Bolivia.
Pero ojo, no es la selección
mayor la que hoy está en terapia intensiva. El problema es de fondo. Nuestras selecciones
menores vienen fracasando, sin clasificar a ninguna competencia importante. Esa
es la raíz de nuestros males, fue ahí donde comenzamos a fallar.
Por eso hablo de imprevisión.
Pareciera que nos preparamos para el momento. Si sale, sale. Entonces todos nos alegramos y la euforia se apodera de
nosotros haciendo que olvidemos lo que antes salió mal.
Es como ir a rendir, habiendo
estudiado, solo la noche anterior. Y eso señores (aunque odie decirlo) eso es
muy paraguayo.
Para mí es el momento de dar vuelta
la hoja y mirar a futuro, aprendiendo la lección. Si aspiramos a llegar lejos,
debemos tomar los recaudos. Es difícil aceptar no ir a mundial, pero prefiero
olvidarme ya de este y empezar a trabajar en una renovada Selección, con
cimientos sólidos para el día de mañana y no una que estudia a última
hora y festeja “pasar con 2”.
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